Arrepentimiento y lágrimas
Huye sin percibirse lento el día
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca y despreciada
lleva tras sí la edad lozana mía.
La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada
yace entre negra sombra y nieve fría.
No sentí resbalar mudos los años;
hoy los lloro pasados y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.
Mi penitencia deba a mi deseo
pues me deben la vida mis engaños
y espero el mal que paso y no le creo.
El autor de este soneto es D. Francisco de Quevedo.
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